Voces de Medianoche

 

Voces de Medianoche 




Galimatías

Discutían sobre Dios, con argumentos teológicos
y científicos, alguien que los presenciaba los interrumpió:
“Ustedes por qué pelean con Dios; yo no lo discuto,
no me preocupo por negarlo o por aceptarlo, por ello
no lo invoco, si existe, Él vendrá en mi ayuda, y si no, 
también, yo me ayudaré”. 


Maneras de despistar

La oscuridad ha sido desplazada por la luz:
es madrugada.
Miras el amaneces arrebolado, tenues llegan
los primeros rayos del sol a esclarecer la vida,
a acuciarla para que inicie sus labores.
Pero hoy, haz otras cosas: degusta con calma
tu mejor comida.
Canta esa canción que llega a tu mente:
saborea sus letras, si puedes báilala.
Cómprate un vestido nuevo, póntelo y ve al cine.
No olvides tu reloj de pulso, fíjate en la hora,
si son las 5:00 p. m es posible que no sobrevivas el atardecer.
Soñaste que morirías al entrar la noche.
Amortájate y encajónate para que no se cumpla esa predicción,
la muerte entrará en duda, y creerá que ya había venido por ti


Pegajoso a su antojo


Tomo diversas formas en el suelo,
a veces mis puntas se juntan formando un círculo;
largo semejo una delgada culebrilla, varios componemos
un manojo… Me pego a cualquier parte: a la ropa,
a algún utensilio, a la pared, a algún decorado,
a las páginas de un libro, al poyo del fogón…
Pero lo que más causa repulsión y remueve intestinos
es cuando caigo en la sopa o me encuentran en un apetitoso
trozo de carne, o en un emparedado.
Soy pegajoso a mi antojo, no me suelto fácil, no me recoge
el trapeador, sigo en el suelo. 
Habito algunas partes de tu cuerpo, pero abundo en tu cabeza.

¿Qué soy?: el pelo, tuyo, o el de tu vecino, o el del sirviente;
hostigoso y repelente cuando ando suelto. Vivo contigo
a menos de que seas calvo, imberbe o lampiño. Nútreme
que soy tu protector y aliado.


Fugitivos ojos felinos 


Ojos gatunos, que vi en la noche única
cuando rastrillé en tus uñas. 
Ojos de luz celeste que huyeron de sus cuencas.
Fugitivos ojos felinos, perversos en la sombra.
Redondeados cristales de un sueño inacabado.
Ojos de chita, sueltos en la llanura como espectros.


Luz de noche 


La noche se alargaba, no llegaba el amanecer
para este hombre empeñado en deambular
por entre lo oscuro, para pensar y recordar.
De pronto, la luz se cala tímida por entre el ramaje
de los árboles; se oye el canto de un pájaro urbano
y hay claridad en el asfalto. Él  sigue andando,
doblando esquinas y atravesando calles:
es un andador de la vida, no obstante estar ya
entrado en años.
 
Es mediodía, toma un café que le ofrece un vendedor
ambulante, y es atraído por la mirada de alguien,
voltea la cabeza y mira: ambos se miran, se reparan,
se escudriñan.
Él se acerca a esa mujer que amó por algunos años,
y que el destino la alejó.
Eres tú dice él, eres tú dice ella.
Sí. Somos los mismos de ayer, parecen decir al unísono.
Los mismos que corríamos con el viento de la tarde,
para hundirnos en la espesura de la noche.
Éramos noctámbulos, la noche nos contaba sus secretos,
mientras marchábamos al arrullo del palpitar
de nuestros corazones.
 
Hoy estamos aquí, y queremos seguir por este camino
trazado por la noche, es el camino del silencio, del pensamiento,
de los sueños, que la oscuridad encubre y devela a sus apasionados.

Soñábamos con los ojos de la noche y la hemos visto alumbrar.



 


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Una reflexión sobre la poesía