Desvelados
Desvelados
—Deja a un lado tu falso pudor,
que yo conozco tu cuerpo entero:
te he visto y palpado tantas veces
desnuda.
Conozco tu ininterrumpida
blancura,
ese extraño gesto de tus labios, cuando
los míos se posan en ellos.
Sé del deseo de tus pechos hambrientos,
al roce de mis caricias.
Tus caderas tiemblan ante el venturoso
anhelo
de la mutua entrega.
Y me ha conmovido siempre la tristeza
de tu rostro,
después de la exaltación del placer…
—Pero hay algo que no conoces de mí, oh
sabedor de cuerpos:
es el incipiente gránulo que se insinúa
bajo mi axila
Y que me matará en poco tiempo para
liberarme del yugo
de tu amor.
Obnubilados por el dorado
Contemplaba embelesado el puñal
de oro que portaba en su mano,
quiso colocarlo en el muro junto a
un cuadro ,
pero, de súbito, lo hundió en su pecho
hasta alcanzar su corazón, como preso
de una insólita locura.
Después, sobre su mesa de noche
encontraron
un papel donde había escrito: “Las
llaves del cielo son de oro.
¿Por qué no abrir entonces el oculto
cielo rojo de mi corazón
con un puñal dorado?”.
“Ostentoso suicidio con puñal de oro”. Registró titular de prensa
al día siguiente de esa muerte.
Juicio Final
El Día del Juicio es el encuentro de
cada hombre con su conciencia
al momento de morir, que será quizá
volver al fondo
del Todo para participar evolutivamente
de su proceso creador,
o regresar a la nada con su esbozo de
principio.
O tal vez, como dicen otros, Dios
volverá a hablar para juzgar,
y premiar a los justos con su Paraíso
de plenitud, y castigar a los malvados
con el eterno aislamiento del Infierno.
Amor, escindido
—Mi vida ha transcurrido en medio
de dos mujeres —decía—;
a ambas las he amado con fervor.
A una de ellas la hice mi esposa,
poniendo a Dios por testigo.
La otra la conocí a los cinco años
después
de haberme casado; y quedé prendado.
Las dos me son imprescindibles:
la “legal” porque es solícita y
abnegada,
tierna y comprensiva, me recuerda a mi
madre;
me consiente como a un niño, con su voz
dulce y arrulladora cuando llego
fatigado.
La otra es mi amante, pasional, bella y
seductora.
Nunca me inquiere; me insta a tomar
decisiones
riesgosas, que resultan afortunadas.
También sabe dialogar sobre la vida y
el acontecer cotidiano.
Vivo contento con cada una de ellas.
Pero mi corazón se ha partido en dos, y
me duele,
y no he podido juntarlo a él en sus
mitades,
ni convertirlas a ellas dos, en una.
A pesar de tantos momentos de
felicidad, sufro
por ello. Y sin solución, quisiera
morirme.
Refractaria a la muerte
Casi adherida al suelo se desliza por
cualquier
superficie sin dificultad, con su
pertinaz zigzagueo.
Estuvo en el Paraíso e instigó al
conocimiento,
pero no fue expulsada.
Nada airosa, en los ríos, en los lagos,
en el mar…,
enroscada corona la altura de los
peñascos,
trepa a los árboles, escala tejados y
se refugia
en la hondura de las cuevas.
Lleva la muerte en su boca, la Egipcia
la eligió
como sustituto del puñal suicida.
Decapitada, su cabeza sigue
inquebrantable
y duerme un sueño de venganza: morderá
e inoculará
el letal veneno, al incauto asesino
que, desprevenido,
la pisa, o la toma entre su mano para
mostrarla
como audaz trofeo.
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