Comentarios breves sobre cosas diversas
La felicidad es un nombre, pero no un destino al que el hombre se pueda acoger. Es tranquila, serena, transcurre apacible; carece de la exaltación y la euforia del placer, que es febril y puede terminar en desdicha, o en esa búsqueda permanente por lograrlo que origina desazón. La felicidad es de instantes, y exige además tranquilidad de conciencia, limpieza de mente y un corazón sosegado, surge de las cosas simples de la vida: de una buena cena, de una función compartida, de la satisfacción de tener un cuerpo saludable, y el ánimo dispuesto a cualquier hallazgo de conocimiento, de las buenas acciones, con las que se demuestra aprecio y consideración por los demás, de la contemplación de la naturaleza…
La felicidad le es esquiva al hombre, que es entidad material, finito, sometido a las vicisitudes de la vida, a las enfermedades, al dolor, a la angustia y finalmente a la muerte; por ello esos chispazos de felicidad son tan solo salpicaduras de un todo que no llega.
Solo en los estados de plenitud se podrá ser feliz. Las mentalidades religiosas creen que en el paraíso terrenal, Adán y Eva eran felices, todo lo del pródigo huerto lo tenían a su disposición, libres del trabajo y del dolor, vivían en un estado de plenitud, que terminó cuando quisieron ser iguales a Dios.
Las religiones hablan también del Cielo, concebido como realidad trascendental, donde los buenos, después de la muerte, podrán ver a Dios, y gozar de Él eternamente; pero el paraíso terrenal, y el cielo como realidad trascendental pueden ser tan solo especulaciones de la mente humana a las que el creyente adhiere con fe ciega.
La filosofía
La sola definición, breve, de filosofía: amor a la sabiduría despierta sensaciones de calma, y, al mismo tiempo, de ir muy lejos, con el vuelo de la imaginación y el intelecto. De calma, por el amor, que no es cualquier amor, sino el que gusta de la sabiduría, la que no solo está en la historia de la filosofía, en lo que han escrito los filósofos, sino también una sabiduría que surge de la inquietud por resolver los problemas que presenta la vida, el conocimiento parte de ella y se remonta luego hacia todo lo existente.
Filosofar es un preguntarse siempre, aunque las respuestas no lleguen o lleguen poco claras, se continúa en una interrogación permanente sobre las causas y primeros principios del ser universal y particular. ¿Quién soy, de dónde surgió todo cuanto me rodea, por qué estoy aquí?... El pensamiento griego dio a conocer esos primeros principios, y los atribuyó a fenómenos diversos: el caos, el agua, el apeiron o lo indeterminado… La ciencia ha ahondado en ellos, pero no ha dado aún una respuesta exacta y segura, porque un universo en expansión, donde a cada instante aparecen nuevos fenómenos, escapa a ser aprehendido en su totalidad, ¿cuál totalidad?, nunca la podrá tener, siempre estará complementándose.
La ciencia tampoco podrá soslayar los interrogantes que le plantea la filosofía, estos le permitirán ir más allá, es que la misma ciencia se está interrogando continuamente, lo que la emparenta con la filosofía, porque toda pregunta es de orden filosófico, es una reflexión.
La gente sin preparación y aun la culta creen que la filosofía sirve para nada, y llegan hasta afirmar que es una cosa, con la cual, y sin la cual, las cosas quedan tal cual, apreciación insustancial y torpe que demuestra total desconocimiento de lo que es filosofar, que no es sembrar papas y arrancarlas después para hacer una sopa con ellas. Filosofar es incorporar la papa al contexto de los seres del mundo para analizarla justamente como lo que es, como fenómeno que hace parte del contenido universal.
Los hombres de naturaleza práctica reniegan de la filosofía porque ella no enseña a hacer muebles, a manejar carro, a negociar, a conseguir plata; olvidan ellos que cuando reflexionan sobre sus circunstancias existenciales: el amor y sus instantes felices y desesperados, los encuentros inamistosos en el trabajo, el dolor por los seres queridos, muertos en medio de sociedades violentas, la libertad vulnerada, están filosofando. Entender el porqué de estas circunstancias adversas o también felices cuando las hay es recurrir al raciocinio filosófico.
Ser filósofo en el sentido estricto de la palabra es otra cosa. Filosofar es renunciar a vivir una existencia sibarita entregada al placer, al puro goce sensorial, para tomar la senda del pensamiento, del esfuerzo reflexivo, máxima exigencia de la filosofía; esta disciplina exige para portar el título de filósofo una dedicación total a ella, estudiando su historia en sus máximos representantes y contribuyendo con los aportes personales a ese recorrido histórico.
No es filósofo quien sale graduado de una universidad por prestigiosa que sea. Es filósofo quien habiendo estudiado filosofía por cuenta propia o en una universidad, acrecienta la historia de la filosofía con contribuciones personales sobre la interpretación del universo o de la naturaleza humana, y asume además una posición crítica contra los postulados de una razón alienada, una razón acostumbrada a pensar como lo quieren los grupúsculos de mando, los dueños del poder estatal, las autoridades académicas y la cultura de masas que todo lo abarca: el deporte, la moda, el sexo, la política… y se impone como la verdadera, la que no hace daño, pero esta es la cultura que encasilla, corta las alas y estanca el pensamiento, le impide ir más allá. El mundo moderno quiere matar la razón, y de hecho la está matando, con la masificación y comercialización de la cultura y con el desarrollo de una tecnología sin control, que está haciendo de lado las relaciones interpersonales, el contacto racional con el mundo, y la mirada estética hacia todos los seres que lo habitan. Así las cosas, el hombre terminará, por contagio, siendo un instrumento más en un futuro inmediato.